Síntomas de la Ansiedad

La ansiedad es un estado mental que se caracteriza por una gran inquietud, una intensa excitación y un fuerte sentimiento de inseguridad.

Cuando se sufre ansiedad, la persona experimenta una sensación de preocupación constante, y tiene la impresión de “estar atrapada” y con los “nervios a flor de piel” de forma persistente. También se pueden presentar síntomas físicos, como dificultades de concentración, súbitos vacíos mentales (“quedarse con la mente en blanco”), tensión muscular, trastornos del sueño, irritabilidad y exceso de fatiga sin causa aparente.

Otros síntomas a nivel fisiológico asociados al estado de ansiedad son los mareos, las palpitaciones, la sensación de presión en el pecho, la sudoración excesiva, la sequedad en la boca o las molestias epigástricas (molestias abdominales).

La ansiedad se encuentra relacionada con la expectativa de que algo sucederá, anticipando efectos negativos antes de que la situación llegue, o acaso se produzca. Así, son sentimientos recurrentes en los cuadros de ansiedad: el temor a que uno mismo o un familiar caiga enfermo o sufra un grave accidente, el miedo a perder el empleo, el temor a no ser  capaz de realizar determinadas tareas o de asumir ciertas responsabilidades…

Síntomas del Estrés

El estrés es habitual en nuestra vida y no siempre tiene por qué ser negativo, sino que incluso es necesario. Una característica esencial del ser humano es la facultad de adaptación al cambio, que siempre viene acompañada de estrés. Puede tratarse de acontecimientos negativos – muerte de un ser querido, enfermedad, ruptura amorosa, despido laboral… – o positivos – un ascenso laboral, iniciar una relación sentimental, esperar un hijo… –.

Se habla de “estrés bueno”, o euestrés, cuando la respuesta a tales acontecimientos es adecuada (adaptativa). Es decir, el sistema fisiológico se reajusta, manteniéndose de esta forma el equilibrio psicológico. Este tipo de estrés es necesario para adaptarnos a los continuos cambios a los que nos enfrentamos y ayuda a que cuerpo y mente se mantengan en un estado sano y vital.

Sin embargo, cuando lo acontecido demanda un esfuerzo físico y psíquico intenso y prolongado – excesivo –, se puede superar la capacidad de resistencia y de adaptación del organismo, y es entonces cuando se genera el “estrés malo” o distrés.Es este tipo de estrés el que propicia la aparición y mantenimiento de las enfermedades psicosomáticas (psoriasis, alergia, dermatitis, úlceras…), así como los cuadros de ansiedad. También puede llegar a acarrear graves consecuencias en casos extremos (paro cardíaco, ictus cerebral…).

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